NOTICIA 524
«ES UN DERECHO DE TODA PERSONA DAR TESTIMONIO PÚBLICO DE LA PROPIA FE» Francisco: «Las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa» INFOCATÓLICA. 14sep22. https://www.infocatolica.com/?t=noticia&cod=44395
Resumen:

Francisco ha impartido un discurso en la inauguración del séptimo Congreso de Líderes de Religiones Mundiales y Tradicionales. Ha hablado de la fraternidad universal, el papel de todas las religiones para la convivencia armoniosa, la libertad religiosa para todos y ha condenado el fundamentalismo y el proselitismo. Igualmente ha dado su parecer sobre la pandemia por Covid.19, ha vuelto a lamentar las guerras, ha pedido promover la integración de los emigrantes y ha acabado pidiendo proteger a la Tierra del cambio climático.
Permítanme que me dirija a ustedes con estas palabras directas y familiares: hermanos y hermanas... en nombre de esa fraternidad que nos une a todos, como hijos e hijas del mismo cielo.
Ha llegado la hora de despertarse de ese fundamentalismo que contamina y corroe todo credo, la hora de hacer que el corazón se vuelva transparente y compasivo. Pero también es la hora de dejar sólo a los libros de historia los discursos que, por demasiado tiempo, aquí y en otros sitios, han inculcado sospechas y desprecio respecto a la religión, como si fuera un factor de desestabilización de la sociedad moderna.
En realidad, las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa. La búsqueda de la trascendencia y el valor sagrado de la fraternidad pueden, en efecto, inspirar e iluminar las decisiones a tomar en el contexto de las crisis geopolíticas, sociales, económicas y ecológicas -pero, en la raíz, espirituales- que atraviesan muchas instituciones en la actualidad.
La libertad religiosa es un derecho fundamental, primario e inalienable, que es necesario promover en todas partes y que no puede limitarse únicamente a la libertad de culto. De hecho, es un derecho de toda persona dar testimonio público de la propia fe; proponerla sin imponerla nunca. Es la buena práctica del anuncio, diferente del proselitismo y del adoctrinamiento, de los que todos están llamados a mantener distancia.
COMENTARIOS
Resulta triste y causa indignación la heterodoxia en la que ha caído la iglesia oficial. Parece que todo se ha salido de control. Es increíble cómo la doctrina de Jesucristo se ha cambiado por un plato de lentejas...
Las palabras de Francisco en este Congreso de Líderes Religiosos, son las mismas que ha venido pronunciando en distintos eventos a lo largo de los años en su gobierno. Pero no por repetirse mucho tendrán que convertirse en verdades; son errores dogmáticos que deben llamarse por su nombre: herejías. Comentaremos tres de ellos:
- Las religiones no son el problema, son parte de la solución.
Primero tenemos que averiguar de qué problema se trata. Si es el más importante para el hombre, y el motivo por el cuál Jesucristo fundó su Iglesia, la salvación, las religiones distintas de la católica sí son parte -y muy grave- del problema, porque incurren en la adoración de falsos dioses y, sobre todo, porque orientan a sus seguidores por caminos que no conducen al cielo.
Si el problema fuera la paz mundial o la conservación del planeta Tierra, entonces sí pueden ser parte de la solución. A ello se refiere Francisco. Pero entonces está cambiando el fin primario de la Iglesia Católica, que es llevar almas al cielo.
El hombre es un ser cuyo destino es la eternidad, regresar a su Creador. El paso por la tierra es transitorio, solo un medio. Esto no significa que la paz y la conservación del planeta no sean significativos, pero no son lo más importante. Y esto se puede resolver con unas simples preguntas: ¿Si no podemos conservar la paz no podremos ir al cielo? Si el planeta se deteriora o incluso termina, ¿estaremos condenados para la eternidad? La respuesta en ambos casos es no. Se puede alcanzar la salvación en medio de la más cruenta guerra y aún en condiciones ambientales deplorables. Todo lo que empieza, termina, y algún día este planeta desaparecerá. Y mientras sobrevida la humanidad, lo más importante para la Iglesia es conducir almas a la Gloria Eterna.
Entonces las religiones no católicas sí son un problema, no solo porque engañan y desorientan a sus adeptos, sino porque rinden culto a falsas deidades. Y el Dios verdadero es uno solo. Dice San Pablo: Uno es el Señor, una la fe, uno el bautismo. Uno el Dios y Padre. (Ef. 4, 5-6) Alentar cultos paganos es pecado gravísimo, y para un católico, es caer en la herejía.
- La paz y la fraternidad como valores supremos.

¿Dios nos pide como requisito de salvación la fraternidad y la paz? No. Nuestro Señor nos pide la santidad: "Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto." (Mt. 5, 48)
La paz y la fraternidad son valores humanos, deseables, pero no imprescindibles para la salvación.
La perfección consiste en la perfecta caridad, en el cabal cumplimiento de Cristo[1]: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente" (Mt. 22, 37)
Y la caridad y a santidad pertenecen al plano sobrenatural, trascienden la esfera de lo humano para insertarse en el plano de lo divino.
- Contra el fundamentalismo.
Bergoglio no desaprovecha oportunidades para ir en contra de lo anterior, de la historia de la Iglesia y de la Tradición, a lo que llama fundamentalismo. Si por fundamentalismo se entiende el conservar intacto el depósito de la fe, todos los católicos somos -o deberíamos ser- fundamentalistas. Y los pilares de esta fe revelada son las Sagradas Escrituras y la Tradición.
¿Por qué insiste tanto en atacar la rigidez del tradicionalismo? La respuesta más lógica es que en las enseñanzas de la Iglesia se encuentran las evidencias y argumentos que condenan las desviaciones doctrinales en las que está incurriendo Francisco. Si desacredita lo anterior, justifica sus reformas.
Después de estas reflexiones, solo podemos
concluir una sola cosa: Esta nueva iglesia ya no es la católica
[1] Rafael Faría. 1963. Curso Superior de Religión. Bogotá. Librería Voluntad. P. 359.